Cada año espero una cosa, las fiestas decembrinas; Navidad, año nuevo. Recuerdo cuando era niña, mi madre me decía que me tenia que portar bien, que no debía de pelear con mi hermano, porque si no, Santa Claus no me iba a traer nada; una semana antes de navidad, mi hermano y yo nos queríamos mas que cualquier otra semana del año. Nunca faltó Santa sin importar las circunstancias, Santa Claus siempre llegaba a mi casa y siempre me traía lo que le pedía. Mi hermano y yo siempre tratamos de descubrir a Santa, obvio sin éxito.
Recuerdo a mi Papá, la alegría que sentía al despertarnos cada 25 de diciembre, “¡Santa llego!, ¡Vengan a ver que les trajo!”, mi hermano y yo salíamos disparados de la cama, bajábamos las escaleras hasta el pino, rompíamos el papel de regalo, era hermoso.
En año nuevo era diferente, mi mamá nos compraba ropa, siempre quería que estrenáramos, nos preparábamos desde las 6 o 5 de la tarde si era en nuestra casa la fiesta, teníamos que limpiar, lo cual era la mas cansado de la noche, si era en casa de alguno de mis tíos, lo único que nos preocupaba era en arreglarnos y claro ver como mi madre preparaba la comida que le había tocado, después íbamos a la iglesia a dar gracias, al terminar, ya emocionados nos dirigíamos a la casa de alguno de mis tíos. Al llegar estaban casi reunidos, llegaban todos mis primos y primas, la noche estaba empezando, y entre risas, chistes y historias, la media noche se acercaba, los grandes se servían vino, los jóvenes un refresco, nos poníamos en círculo, empezaba el conteo, “¡FELIZ AÑO NUEVO!”, todos se abrazaban deseándose un muy próspero nuevo año.
Todo era maravilloso, eso fue hace mas de 5 años, mis fiestas de fin de año son completamente diferentes, ya no veo las mismas caras, ni siquiera la misma familia, muchos se fueron, muchas sonrisas desaparecieron, y cada año mi familia se hizo chiquita.
Son circunstancias distintas, pero sigo disfrutando cada fin de año, cada navidad como si fuera esa pequeña niña.
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